Etiquetas

viernes, 8 de febrero de 2013

LA HISTORIA DEL “COCO”

 Yo me llamo Roberto. Esta historia que os voy a contar me pasó de verdad. Seguro que muchas veces habréis oído cómo las madres cantan nanas a sus niños o bebés para que se duerman. La nana más popular es la del “Coco”, ya sabéis, esa en la que te dicen que si no te duermes pronto vendrá un ser monstruoso para comerte. Hasta ahora, yo creía que el “Coco” no existía, pero una noche lo vi con mis propios ojos. Era por la noche. Mi madre le había cantado esa nana a mi hermanita. Yo no conseguía dormirme. Pasaban las horas y, justo cuando se me empezaban a cerrar los ojos, escuché un ruido, me levanté de la cama, me asomé al pasillo y, para mi sorpresa, vi al... Coco. Su aspecto era como el de una babosa marrón, con unos ojos como pelotas de ping-pong y de unos dos metros y medio de alto. Fui corriendo a la cama, me acosté e intenté dormirme, pero no podía porque nada más que estaba dando vueltas en mi cabeza aquella imagen. ¿ Sería realidad lo que había visto? A la mañana siguiente ya no estaba el Coco. Me aseé, me vestí y me fui al colegio. Ese día no me enteré muy bien de la lección, porque nada más que pensaba en lo que habí pasado la noche anterior. Él profesor me regaño unas seis veces ese día por no estar atento. Cuando volví a mi casa lo primero que hice fue mirar todos lados para saber si el Coco estaba por ahí. Al llegar la noche, me acosté y vino el Coco de nuevo. Esta vez venía con un cacharro en el que ponía: “ Este aparato sirve para absorber niños que no duermen por la noche. Una vez el niño esté dentro, eche el líquido verde que hay arriba; así el niño dormirá una todas las noches durante una semana”. En ese momento no sabía qué hacer, estaba asustado. Pensé en quitarle el cacharro, pero no me atreví y me dormí. A la mañana siguiente vino mi amigo Juan y empecé a preguntarle qué le parecía la nana del Coco. El se reía a carcajadas. Él decía que eso era una mentira para asustar a los niños pequeños y hacer que se durmieran. No sabía si lo que iba a hacer estaría bien, pero lo hice: le dije lo que había pasado las dos noches anteriores y se quedó con la boca abierta, sin poder mover ningún músculo. Empezamos a imaginar ideas para que no apareciera más por las noches. Juan propuso echarse sobre él y empezar a pegarle puñetazos y tortazos. Yo dije que eso no iba a servir y, de repente, me vino una idea a la cabeza: diseñar un aparato que absorbiera al Coco y después de alguna forma desintegrarlo o quemarlo dentro. Nos pusimos manos a la obra. En el jardín de mi casa cogimos maderas, metales, cristales, cables, motores... Al cabo de unas horas, por fin lo habíamos terminado. Era como una aspiradora gigante que tenía un recipiente de cristal para retener el objeto o ser que había sido absorbido. Encima habíamos puesto un bote con ácidos para quemarlo dentro. Anocheció y Juan se quedó en mi casa a “dormir”. Mis padres y mi hermana ya estaban dormidos y nosotros todavía estábamos esperando al Coco. Eran ya como las dos de la madrugada. Creíamos que no iba a venir pero, tras mucho esperar, nos lo encontramos en el pasillo. Mi amigo se asustó pero el plan siguió en marcha. Esta vez el Coco venía sin su aparato. Íbamos a absorberlo y entonces él habló. Nos suplicó que no lo absorbiéramos ni le echáramos ácidos. Nos contó que no nos quería asustar ni nada parecido, que era su trabajo hacerlo y, si lo echaban de la agencia de monstruos, no tendría un lugar para cobijarse y la gente lo atacaría. Nos dio pena, nos miramos mi amigo y yo e hicimos un trato con él. El trato consistía en que, si él dejaba de venir a mi casa, nosotros no lo absorberíamos ni le echaríamos ácidos. Él aceptó, mi amigo y yo nos fuimos a dormir tranquilos y el Coco no volvió a aparecer. A la mañana siguiente me desperté y me sentía muy bien porque habíamos hecho lo correcto. Yo con esto he aprendido una lección: “No creas todo lo que dice la gente, pero mantente siempre alerta”.
                         
                              THE END.                                                                                           P.V.T
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario